Volar, el sueño realizado de Da Vinci

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Alcanzar el vuelo, ha sido el sueño de la humanidad por muchos siglos, nos hemos inventado leyendas y ángeles, para lograr lo que al hombre le había sido imposible. Mirábamos al cielo con envidia de las aves, no nos podíamos explicar como Dios, no le otorgara ese don a su criatura más amada… Hicimos uso de la inteligencia y de la ciencia; y aunque subimos por el aire, después de muchos accidentes, seguíamos sin lograr lo que las aves. Cierto es que, hace años, los hermanos Wright lograron desprenderse del suelo, y antes los vuelos en globos, pero volar en avión o en dirigible, es como ganar al dominó con trampas, las aves vuelan sin motores, solo necesitan un par de alas (resultado de un diseño generado y pulido en siglos de evolución). El hombre quiere volar al natural, sin estar encerrado en cápsulas de metal… hoy, ese sueño es posible.

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Cuando hormigas comevacas mudaron una ciudad

DSC_5512.JPGEn 1514 hubo una plaga de hormigas, de tales dimensiones, que obligaron a los habitantes de la Villa San Salvador, (fundada un año antes en las cercanías del río Yara, como lo demuestran las Cartas de Relaciones de Don Diego Velázquez y Cuellar.)

a abandonar el poblado y mudarse río arriba. Según la leyenda, el crecimiento descontrolado de las hormigas (supongo que no fueran tambochas) se debió a que en 1494 el Almirante de la Mar Oceana, en su segundo viaje, introdujo por Cabo Cruz las primeras reses en Cuba. Para el ganado (donde se incluyeron además algunas parejas de cerdos) el fértil valle del Cauto, le resultó el mismísimo paraíso (Alimento, agua y cero enemigos naturales, a ello hay que sumarle la inexistencia de inviernos) El crecimiento de la masa ganadera fue increíble y a la vuelta de algunos años, la cifra de cerdos y vacas excedían por mucho los miles.  Esta situación fue muy bien aprovechada por filibusteros y rufianes que se dedicaban a la captura y sacrificio del ganado tanto para comercializar las colambres como para proveerse de carnes.

La abundancia de ganado era tal que al capturarse una res solo se utilizaba de ella el cuero, algún que otro pernil y los filetes, por supuesto, el resto se abandonaba en el mismo lugar del sacrificio.  Ya se imaginaran uds., para esa fecha no existían en Cuba aves de rapiña, ni otros animales carroñeros (quizás algún que otro perro mudo de los indios, que se daría el atracón del año, pero por ser mudo no le podía avisar a otros perros) así que la carne quedaba en el campo por mucho tiempo y fueron precisamente las hormigas las que comenzaron a introducir en su dieta la jugosa carne de res, un bistecito por la mañana y otro por la tarde.  ¡Y con tanta carne gratis quien no se arriesga a tener muchos hijos! El crecimiento de estos laboriosos insectos fue descomunal, los hormigueros pululaban por donde quiera, las hormigas no solo crecieron en número sino también en tamaño (a no dudar, de milagro no terminaron todas gotosas) y sobre todo, se tornaron bien feroces, adictas a la carne (estudios científicos serios sostienen que el consumo de carne genera una fuerte adicción).

Todo marchaba bien mientras le dejaran su generosa ración de carnes a las hormigas, pero con la fundación de la villa de San Salvador las vacas comenzaron a comprender que la causa fundamental de muerte provenía del villorrio y decidieron alejarse, refugiándose en zonas más intrincadas en la pre cordillera de la Sierra Maestra. Comenzó a escasear  la carne en las proximidades de la villa y las hormigas desesperadas iniciaron primero nocturnas incursiones al poblado y cargaron con cuanto encontraron, pero esto solo les alborotó el apetito. Al día siguiente miles, que digo miles, millones de hormigas hambrientas asolaron el poblado y viejito que estuviese durmiendo la siesta, o niños dejados a la sombra de un guayabo resultaron plato de entrante para las voraces hormigas, tal como si fuese un film de Indiana Jones.

Esto al inicio, no preocupó mucho a las autoridades locales (todos españoles) ya que la cifra de devorados solo la engrosaban indios (a los conquistadores españoles aun lo les había dado tiempo envejecer ni de reproducirse) pero cuando las hormigas le comenzaron a meter mano (o mejor dicho pata) a cuanto ser vivo se encontraban en su indetenible paso, sin importarles mucho el estado de sueño o vigilia en que estuviesen y ni el fuego ni el agua pudo controlar los continuos ataques de tan insistente ejército, las autoridades decidieron rendir armas y abandonar la villa a su suerte.

Tomaron sus embarcaciones y navegaron río arriba

DSC01402.JPGhasta llegar al cacicazgo de Bayamo, donde encontraron refugio, alimentos, y unas indias guapísimas con muy pocas tapaderas,

pero sobre todo unas hormigas mansas, corredoras y locas, más dadas a atacar a las guayabas que a la carne humana.

Razón suficiente para que plantaran bandera y dejaran finalmente establecida la villa de San Salvador (el mismo nombre para no tener que cambiarlo todo en el papeleo del Rey) de Bayamo (especificando que era en Bayamo para ubicar bien a la gente no fuera que se mandaran para la antigua villa y terminaran como postre en un hormiguero)

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Y usted, amigo bayamés, esté pendiente de las hormigas, y al primer signo raro, dé la alarma no sea que a las hormigas contemporáneas se les ocurra recomenzar a comer vacas y luego quitarnos nuestra amada ciudad.

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El Cauto, la serpiente de agua en la garganta del caimán

DSC_3280El río Cauto es el río más largo de Cuba, nace en un lugar conocido como La Estrella, en la finca «La Fortuna» ubicada en la Sierra Maestra a una altitud de 600 metros sobre el nivel del mar. Su corriente de agua corre en dirección sur-norte y desemboca en el Golfo del Guacanayabo. Su longitud total es de 343 kilómetros. Los Ríos Caney, Mefán Caña, Yarayabo, Contramaestre, Bayamo y varios arroyos como Los Guaos y Las Tusas son afluentes. La cuenca del Río Cauto tiene un territorio de 9 mil quinientos cuarenta kilómetros cuadrados y alberga una población superior al millón cien mil personas de la zona oriental que incluye a las provincias de Santiago de Cuba, Las Tunas, Holguín y Granma. Seguir leyendo «El Cauto, la serpiente de agua en la garganta del caimán»

Cayo Saetía, un pasaje secreto a la pradera africana

DSC00092La pretensión de viajar desde Cuba hasta las praderas africanas, aún si temes a los aviones, puede ser resuelta. Existe un pasadizo mediante el cual se llega en auto al paisaje africano. No, no estoy bromeando, les voy a revelar el secreto, ese pasaje se llama… Cayo Saetía y está ubicado en la provincia de Holguín. El cayo es la puerta a una de las bahías de bolsas más grande del mundo. Pero como vista hace fe, y todavía los noto un poco incrédulos, los invito a que me acompañen al safari, desde Cuba, a las praderas africanas.

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El Camagüey, entre la iglesia y el tinajón

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Una de las ciudades más absorbente y cautivadora lo es Camagüey, casi todos la aman, y digo casi, porque sé de algunos que la detestan; la mayoría son gente del mismo oficio: Chóferes de ómnibus de la ruta Santiago-Habana: Nagüe, ¡que larga es esta provincia, nunca se acaba, me funde!. Es la expresión de muchos de ellos, y es que, ciertamente, Camagüey es también la provincia más extensa de Cuba, pero mi excursión es a la ciudad, y esta tiene tantos encantos, tantas leyendas, pintores, bailarinas, restaurantes… tantos tinajones y tantas iglesias, que ni me detengo a pensarlo. Y allá voy ¿vienes? Seguir leyendo «El Camagüey, entre la iglesia y el tinajón»

Carretera sur. La concupiscencia del mar y la montaña

Una de las sendas más espectaculares de Cuba lo es la carretera sur (Granma) que une a la ciudad de Santiago con Pilón y recorre todo la delicada línea donde el mar caribe besa a la Sierra Maestra. Cierto es que el ciclón Dennis destruyó, en buena medida, la osadía del hombre de querer ser fisgón de esa relación amatoria, pero aun así el paisaje es tan bello que acepto el desafío y me lanzo a la aventura por puentes rotos. Me acompañas?DSC00831 Seguir leyendo «Carretera sur. La concupiscencia del mar y la montaña»

Cueva de Vega Grande. Viaje al corazón de la montaña

DSC09216Adentrarse en una cueva es como viajar al reino de la oscuridad y el silencio, es un renunciamiento temporal del cielo para abrigarte con las entrañas de la madre tierra, para mí que temo a los espacios cerrados, siempre constituye un gran reto pero les aseguro que es una aventura fascinante, acompañame. Seguir leyendo «Cueva de Vega Grande. Viaje al corazón de la montaña»